Estos días de inicio de clase nos traen recuerdos de nuestro primer día. Por lo general, el recuerdo está asociado con todo un cúmulo de olores que van desde los zapatos nuevos hasta ese rico olor del vinifan. Los cuadernos eran tantos y las mochilas tan grandes que parecía que nos íbamos a una guerra.
Mi hogar se convertía en una feria de cuadernos y de libros (somos ocho hermanos), entonces mamá compraba todo por docenas. Hubiéramos podido hacer una librería entre todos, estoy segura.
Pero lo que me anima a escribir este post, es la idea de compartir con ustedes cuáles son los sentimientos de una maestra el primer día de clases.
Es preciso ambientar el aula y darle una presencia de corte infantil (si somos maestros de educación inicial, como es mi caso) y por tanto un maestro está pintando, arreglando y decorando todo para que el aula disponga de varios sectores que iremos presentando a los niños a fin de que ellos puedan determinar día a día en donde quieren jugar. Contamos con el sector de biblioteca, hogar, juegos tranquilos, arte, música, construcciones, matemáticas, ciencia y ambiente.
Somos concientes de lo delicado que es para nuestros niños y para los padres de familia este proceso de adaptación y la separación que se dará en los primeros días de clase. Es por eso que debemos ofrecer a nuestros niños un clima sereno, alegre y de confianza para que este proceso se dé de forma natural.
Si el niño desea que sus padres entren se debe permitir que lo acompañen el tiempo que él crea necesario. Los niños aún no tienen confianza con nosotros, en especial los que vienen por primera vez, la mejor manera de crearla es haciéndoles notar que los entendemos.
La mecánica de trabajo debe darse en forma horizontal. Es bueno dejar que los niños exploren todo el ambiente, no hay problema si está por todo el aula andando; la maestra siempre debe observar.
Es preciso entender que el período de adaptación va a ser distinto en cada niño. No podemos pretender que todos se acomoden al mismo modelo. Es recomendable, también, mantener comunicación constante con los padres; esta se puede ir dando por escrito y de manera diaria, teniendo cuidado de que estas conversaciones se den sin la presencia del menor.
Este momento es único y de todos dependerá que sea especial y exitoso.
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