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Un niño no puede disfrutar plenamente de la vida escolar y de su aula si no se siente en confianza, con seguridad afectiva, si no se le escucha y reconoce como individuo. Esto lo define en gran parte la actitud del maestro. 
  
Garantizar el clima de seguridad y confianza necesario para posibilitar el mejor desarrollo de los niños y la adecuada asimilación del sistema de influencias educativas requiere que la escuela posea una atmósfera emocional adecuada que siente las bases propicias para el desarrollo de la vida de los niños y las niñas  
  
Este clima emocional puede definirse como el resultado de la unidad dialéctica de los factores humanos y ambientales: éstos determinan una atmósfera afectiva y propician un sano desarrollo de la  personalidad de los niños, su bienestar psicológico y una estimulación del proceso de apropiación cognoscitiva que se da como resultado de un trabajo educativo. Los factores que componen un buen clima emocional son: 
  
Factores ambientales: Estructura de las aulas (nivel de ruido, cromatismo, luz y ventilación, áreas exteriores). 
  
Factores organizativos: horario de vida, estructura  de los grupos, distribución del personal. 
  
Factores psicológicos y pedagógicos: Manejo educativo, Trabajo docente educativo: tipo de actividades, intereses cognoscitivos, proceso de adaptación. 
  
Factores Sociales: Red de interrelaciones sociales (entre niños y niñas, entre niños, niñas y adultos, entre el propio personal del centro, entre el personal y los padres de familia, entre el centro y la comunidad). 
  
Como vemos el clima emocional tiene que ver con diversos factores,  todos estos van  unidos a la relación afectiva que se establece entre los maestros y los niños. 
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El centro debe reunir   las condiciones de seguridad y confianza necesarias para el eficaz desarrollo de su proyecto educativo: son la base afectivo –emocional indispensable, sin estas condiciones, el proceso pedagógico no puede funcionar de manera eficiente