martes, 23 de febrero de 2010

Frentes pequeñas que no debería sudar


Texto escrito por : Laura Arroyo.


“María” le pondré para los fines de este post. La conozco desde que yo era muy pequeñita, cuando en el 92 decidimos (bueno, mis padres decidieron) mudarnos a Magdalena. María, entre las 6 de la tarde y sabrá dios qué horas de la noche, tocaba una a una las ventanas de los autos que paraban en ese semáforo largo de la Av. Brasil con Javier Prado. Un semáforo que nunca era suficiente largo para ella. Sus ojitos siempre estaban cansados, pero aún así sonreía con un optimismo inexplicable cuando alguien se dignaba a abrir la ventana de su auto y regalarle tal vez los únicos centavos de esa noche. Luego, decidió vender alfajores. No los probé, debo admitir, pero vaya que le compré. De pronto, hace pocas semanas he empezado a extrañar esos ojos cansadamente optimistas. ¿Cómo no me di cuenta de que habían empezado a cansarse más que antes?

La historia de la inagotable María ha venido a mi cabeza como un triste recuerdo hoy en la mañana cuando el buen amigo Vicente me pasó una noticia que Gestión puso en portada la semana pasada: “Más de tres millones de adolescentes y niños ya trabajan en el país”. María no era ni adolescente ni niña y se podía ver en sus ojos, manos y cada una de las arrugas de su rostro que la vida que vivía le costaba a diario. El trabajo que desempeñaba, además, era lamentable. Sin embargo, imaginar a tres millones de niños entre los 5 y 17 años de edad trabajando, en cualquier rubro, me parece triste, me da lástima y me causa vergüenza. ¿Y después nos preguntamos por qué nuestros chicos no rinden en la evaluación PISA por ejemplo?

En la nota de Gestión podemos ver que el 59.1% trabaja en el sector agricultura, ganadería, caza y avicultura. El 19.8% trabaja en comercio, el 9.3% en hogares privados con servicio doméstico y el 8.8% en la industria manufacturera. Estas cifras golpean en la cara. ¡¿Cómo es posible que de los 7.95 millones de niños y adolescentes en el Perú (entre 5 y 17 años) un 42% (3.3 millones) realicen actividades económicas?!

Esta situación lamentable evidencia, como afirma Guillermo Dema, que debe haber una carencia de ingresos en los hogares y por ello los menores se ponen a trabajar. Lamentablemente, mientras más niños y adolescentes trabajen seguirá generándose pobreza pues Dema confirma que existe una correlación entre el trabajo infantil la generación de pobres. Sin embargo, cuando la pregunta es ¿cómo cuernos logramos llenar la canasta familiar? el panorama resulta desolador y los sacrificados son quienes no debieran verse en la obligación de postergar sus estudios y su etapa de niñez y adolescencia para llenar vacíos.

Hay otro dato interesantemente triste. Hace poco hablé con otra “María”, esta vez una persona que conozco más de cerca pues trabajó en mi casa durante varios años. Cuando me enteré de que su hija (menor de edad) estaba trabajando le lancé la pregunta: María, ¿por qué no priorizan, tú esposo y tú, que tu hija estudie? Su respuesta fue contundente: Con la pésima educación que hay, aún si estudiara no lograría nada.

La segunda María en esta historia tiene la mitad de la razón. ¿Cómo es eso? Ocurre que es cierto que la educación pública es, en buena cuenta, una calamidad. No solo se permite que profesores con procesos judiciales abiertos, o simplemente mediocres sigan sosteniendo, sin derecho, una tiza entre sus dedos, sino que además, no se dan abasto al interior del país cuando un solo docente enseña primer, segundo, tercer y cuarto grado. Por otro lado, este gobierno no ha logrado tender puentes con quienes deberían ser sus principales aliados: los maestros. Antes del diálogo, ha habido enfrentamiento, antes de respeto, adjetivos (des)calificativos, antes del cumplimiento del Proyecto Educativo Nacional (¡¡¿hasta cuándo seguirá postergado?!!) ha habido medidas improvisadas y desarticuladas.

Sin embargo, esta segunda María se equivoca en un aspecto importante. Los niños y adolescentes tienen DERECHO (ojo, no es un caprichito) a estudiar y más allá de las materias particulares que se desarrollen en el aula, la experiencia en el colegio permite que los estudiantes aprendan a convivir, aprendan a aprender, aprendan a ser, etc. Entonces, con todo y el penoso escenario educativo que tenemos, ¿acaso es mejor que los niños y adolescentes peruanos trabajen? No. Tienen el derecho a estudiar y merecen estudiar.

Las cifras presentadas en Gestión son alarmantes, pero más allá de la crudeza de los porcentajes es necesario que se ponga urgencia a cambiar esta realidad. A quienes han llegado hasta este último párrafo del post les pido que se pregunten ¿qué hacían cuando tenían 5, 10 ó 15 años? Imaginen la realidad de estos tres millones de peruanos menores de edad que no pueden darse el lujo de preguntarse qué quieren o qué merecen, sino que se ven obligados a trabajar para poder llegar a casa y sentir que contribuyeron al almuerzo del día siguiente. Triste.

2 comentarios:

Lucila dijo...

Hola estuve revisando tu blog y me parece muy interesante y entretenido, sobre todo que la información es detallada y precisa, espero que sigas posteando más temas para informarnos y comentar.
Saludos.

Guissella dijo...

Déjame felicitarte, que bueno que está tu blog los temas tienen la información exacta que me interesa, sigue posteando más sobre estos temas.
Felicitaciones.