domingo, 8 de abril de 2012

Una respuesta a ROSA MARIA PALACIOS

Desde el río de Parménides el profesor Luis Guerrero responde a un artículo escrito por Rosa María Palacios comentando y opinando sobre los resultados de las pruebas de EvaluaciónCensal2011titulado: "No me sé la respuesta"
Yo sí me la sé Rosa María
La periodista Rosa María Palacios, con justa razón, se pregunta en un reciente artículo publicado en La República si acaso la política educativa sabe cómo remontar los bajos rendimientos en lectura y matemática que ha revelado la última evaluación censal a estudiantes de segundo grado de primaria. El informe hecho público hace poco por la Ministra Patricia Salas, muestra tres hechos importantes: que los lentos progresos en los indicadores de rendimiento de comprensión lectora observados en años anteriores llegaron a su techo; que en matemática –donde nunca se levantó el vuelo- parece que entramos en reversa; y que los niños que estudian en la escuela rural siguen siendo a los que peor les va en la fiesta. Y cada vez peor.

Rosa María tiene memoria y recuerda perfectamente las fórmulas ganadoras del pasado que ahora, cuando sus propulsores ya se marcharon, comprobamos que no sirvieron de mucho: miles de millones de dólares en infraestructura, materiales educativos, computadoras, capacitación docente, carrera magisterial, «y una década después, solo el 13,2% de los niños han logrado el aprendizaje esperado en matemáticas y solo 29,8% entienden lo que leen», nos dice Palacios.


Tiene razón, entonces, en desconfiar cuando la Ministra dice que se emplearán en adelante nuevas estrategias, pues teme que sean más de lo mismo, es decir, nuevas fórmulas mágicas que al final, cuando todos se hayan ido, se revelarán como otra ilusión. Sin embargo, déjeme explicarle Rosa María que su pregunta sí tiene respuesta y que esa me la sé.

En primer lugar, ha sido bueno invertir en programas de capacitación docente durante el quinquenio anterior, pero hubiera sido mejor enfocar esa capacitación en el tipo de quehacer pedagógico que se requieren de los maestros, en vez de reciclarlos en teorías disociadas de su práctica profesional. ¿Sabía usted Rosa María que separar la lectura de la escritura en el aprendizaje de los niños es un anacronismo que se remonta al antiguo Egipto? Hoy en día, la necesidad de leer brota de la pasión por escribir y esa pasión es la que se mata a martillazos con el mazo de ortografía y la caligrafía desde el primer grado. Lamentablemente, la capacitación ofrecida a los maestros ha disparado para otra parte, sin ayudar a revertir este hábito nefasto.


 
En segundo lugar, ha sido bueno producir y distribuir materiales educativos a todas las escuelas, una sana costumbre que ya cumplió más de quince años. Hubiera sido mejor, sin embargo, crear los mecanismos necesarios para asegurar que esos materiales llegue a las escuelas a tiempo y no en agosto, como se hizo tradición en los últimos años. Pero, sobre todo ¡para que el maestro los use! ¿Sabía usted Rosa María que jamás se evaluó el impacto de los materiales en las prácticas de los maestros y en los aprendizajes? La explicación es simple: vigilar y promover su uso es complicado, entregarlos es más sencillo y basta para salir en el noticiero de la mañana.

En tercer lugar, difundir los resultados de las evaluaciones censales a través de reportes amigables para docentes, padres de familia y autoridades ha sido muy bueno. Hubiera sido mejor, sin embargo, que esos boletines llegaran a las escuelas junto con equipos profesionales bien preparados que ayuden a los maestros a usar esos resultados para corregir y mejorar su enseñanza. Eso no se hizo. ¿Sabía usted Rosa María que sabiendo qué escuelas están peor y dónde se encuentran –una de las ventajas más obvias de invertir en una evaluación de tipo censal- no hubieron medidas para llevar ayuda especial a esas escuelas, sino que se puso más afán en el apoyo a las escuelas de la ciudad? La razón es evidente: tomar un atajo para levantar el promedio nacional, al precio de sacrificar a las escuelas donde estudian los más pobres.

En cuarto lugar, distribuir laptops a los estudiantes de todas las escuelas rurales del país ha sido bueno y desde julio del año pasado se han seguido distribuyendo en mayor proporción todavía. Hubiera sido mejor, sin embargo, que esas laptops llegaran a esas escuelas como parte de un programa dirigido a usarlas como herramientas para promover mejoras en los aprendizajes que pide el currículo, no como aparatos recreativos de uso extra curricular u objetos en espera de un «profesor de cómputo». ¿Sabía usted Rosa María que la capacitación del maestro para que sepa hacer el mejor uso pedagógico de esas máquinas en el salón de clases no era parte del plan? Una vez más, la explicación salta a la vista: la fastuosa ceremonia de entrega luce mejor en la TV que un programa de formación siempre costoso de implementar en un país grande y complejo.


Respecto a la inversión en infraestructura educativa –construir y reparar colegios, ponerles agua y desagüe, energía eléctrica, teléfono- déjeme decirle que se trata de una medida que no necesariamente va a mejorar aprendizaje alguno. Sin duda, un ambiente más cómodo y seguro motiva más a aprender, pero se puede aprender bien también sentado sobre una piedra y se puede rendir pésimo en colegios con un local fabuloso. Hay muchísima evidencia nacional e internacional que respalda esta afirmación. No nos contemos ese cuento de nuevo: mejorar los locales escolares no tendría por qué formar parte de ninguna fórmula para mejorar aprendizajes, como nos han hecho creer en el pasado. Pero hay que hacerlo de todos modos, por un mínimo de responsabilidad y respeto a la dignidad y el derecho de los niños. Sólo que sería mejor hacerlo allá lejos, donde más hace falta, no aquí cerquita no más, en las grandes ciudades, donde menos se necesita pero por donde más se pasean los reporteros.


No se trata de echarles la culpa a gobiernos anteriores, Rosa María, para disimular y pasar piola, como siempre se estila. Se trata de ser responsable y de dejar de hacer política educativa para ganarse el aplauso fácil de las graderías. El problema es que hacer las cosas en serio es más complicado, más exigente y más caro, por lo tanto, más riesgoso. La ministra Salas, sin embargo, ha abierto esa puerta. ¿La cruzamos con ella o nos sentamos a esperar que la empujen?

Luis Guerrero Ortiz
Publicado en el Blog El río de Parménides
Lima, 03 de abril de 2012

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