lunes, 17 de noviembre de 2008

EL PROGRESO , LA NATURALEZA y NOSOTROS.


Aproximadamente desde el mes de mayo del año pasado llego el “progreso” a nuestra cuadra. Vendieron el terreno del frente, se acabó la época de la cochera y entrábamos a la época de los edificios. Al principio sentimos gran felicidad, porque visionamos de inmediato el edificio precioso que íbamos a ver al frente de nuestra casa.

Pero no fue tan rápido y tan fácil el suceso, ya que los constructores animaron a nuestra vecina de la izquierda y ella vendió la casa de sus padres. Y un buen día llegó un camión constructor que en unas horas previo escándalo tipo temblor de tres grados echó abajo una casa histórica de más 80 años de vida, con historias en las que se mezclaba el dulce recuerdo de la infancia de la hija cuando visitaba a su amiguita que era la bisnieta de los propietarios.

Lo peor fue que ya no había sólo una construcción en la cuadra, ahora eran dos, una al frente y otra a la izquierda. Y empezaron los ruidos, los camiones, los obreros, las máquinas, la tierra y toda la parafernalia en la que venimos viviendo últimamente. A veces los queremos, porque son trabajadores y tienen familia, y hay trabajo y son buena gente, pero otras como hoy en que vemos nuestra puerta, nuestra ventana, nuestras paredes, nuestras palomas todo lo nuestro lleno de arena y tierra, los queremos un poco menos, bastante menos, es más deseamos que acaben de una vez por todas y se vayan.

En todo este tiempo cuando subíamos a casa o cuando bajábamos siempre nos llamó la atención un árbol de papaya, todo desvencijado, flaco, pero que a pesar de todo tenía una que otra hoja verde, y hoy lo vimos una vez más y nos sorprendió verlo floreando y dando unas papayas ya maduras, pero flacas y tristes.

Miren decíamos a nuestros niños, es la lucha de la naturaleza versus el progreso. Pero con tanta construcción el día de hoy al menos nos sentimos como la papaya , ya que nuestra casa y la papaya se encuentran en el centro de toda esta construcción. Y nos sucede igual que la plantita, queremos vivir con normalidad, pero no es posible, de pronto los camiones han malogrado todo el estacionamiento, y la fachada pese a pintarla cuatro veces en este año, sigue igual de triste. No hay que dejar vencerse, es cierto, pero quien comprende a las personas que vivimos tanto tiempo rodeados de construcción.

Ya son dos años y parece que no hay para cuando acabar, el reto es o mudarnos o seguir felices y sacar frecuentemente la manguera como hoy y ponernos a regar todo, como si fuéramos papayas, incluyéndonos por supuesto.

Hoy lunes es un día triste para nosotros y para la papaya por culpa del “progreso” y la necesidad de ser libres, entendiendo el término libertad como facilidad, soltura y disposición natural de vivir en armonía.

En un día como hoy nos solidarizamos con Augusto Alvarez Rodrich, y lo felicitamos por sostener hasta el final su visión. Y Peru21 ¿ya no se casa con nadie?


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